martes, 28 de mayo de 2013

Una chica como Wanda



Tengo que reconocer que esta película me encanta. No es la mejor comedia del mundo pero tiene algunos golpes memorables. La volvería a ver por su loco guión (escrito por uno de los componentes de los Monty Phython) y por todos y cada uno de sus personajes.  Kevin Kline desquiciado y estúpido.  Está como un queso y además lo borda haciendo de americano zafio (se llevó el Oscar por esta película pero me parece que se les fue un poco la pinza a los de la academia). Michael Palin y su asesino tartaja adorador de animales y odiador de personas. Wanda-Jamie Lee sexy, inteligente y muy divertida (yo quería ser ella, chaqueta espantosa y todo). Y por el precioso John Cleese con el que nunca me iría a la cama a primer golpe de vista o puede que si,  a golpe de oído.

Para quien no la haya visto, no sabe que se ha perdido. Yo la veía de adolescente en casa con mis hermanos o sola y siempre nos reíamos como locos, en especial mi hermano Edu que es muy de la risa fácil, la verdad.  No puedo con la escena en la que Kevin le embute patatas fritas por la nariz a Michael Palin mientras le tiene amordazado y atado de manos con la intención de hacerle confesar donde está el botín del robo. Momentazo cuando se mete en la boca al adorado pez de Michael, llamado Wanda, para mortificarle aún más, haciéndole creer que se lo va a tragar. Salvaje torturador yanqui. El dolor atroz que siente Michael al matar por accidente a un perro de una testigo en vez de a la testigo. La confusión de que Kevin Kline es el primo de Wanda y no su amante. El estrés en el rostro de John Cleese cuando su esposa Portia encuentra el collar de Wanda y cree que es un regalo para ella. Las escenas aquí descritas no son hilarantes. Las hacen tremendas el equipo de actores muy bien integrados en su papel. En un Londres estirado y gris, cargado de neuronas intelectuales, los guionistas no dejan títere con cabeza entre yanquis y británicos ni estereotipo de las relaciones hombre-mujer por tumbar.

Hay dos escenas memorables en la cama con Wanda. Una con el yanqui asesino a sueldo buenorro de Kevin Kline.  Es medio imbécil el pobre y va de intelectual.  La otra es con el inglés John Cleese. Mayor, feo, insulso, convencional y estirado, o no tanto.  Wanda empieza la película tirándose al buenorro. Se lo pasa muy bien en la cama con él hasta que el pobre abre la boca. Está tan pagado de sí mismo que se pone cachondo oliéndose los sobacos. Es genial. Consigue darle un giro a la situación cuando le habla a ella en italiano. En el fondo le intuimos que a quien se quiere tirar realmente es a él mismo. A John, Wanda, se lo tiene que trabajar por exigencias del guión. Es el abogado de su novio en trámites de juicio y ella tiene que conseguir que él le revele el lugar donde tiene escondido el botín. El cambio en el guión se produce cuando, de pronto, John comienza a hablarle en ruso a Wanda. Esta se vuelve loca. Su personaje no tiene ni idea de ruso. No sabe lo que le dice. John Cleese no tiene ni idea de porque ella se vuelve tarumba oyéndole hablar así, pero pierde el miedo, se lanza y con un volcán verbal la rinde. Wanda es suya antes de que le haya puesto un dedo encima.

Yo no estaba muy ducha en hombres y amores cuando veía la peli en mi adolescencia (es del año 1988). Sigo estando un poco pez (Wanda) pero entre mis experiencias pasadas y las de amigas parlanchinas he llegado a la conclusión que a las mujeres no nos conquistan los Ferraris, a pesar de que muuuuchos hombres sigan pensando que si, ni los Brad Pitts. Nos conquistan los habladores.  Nos conquistan por el oído. Si es en chino mandarín y no entendemos ni jota, nos lo imaginamos y a veces es casi mejor (tenemos muuuuuucha más imaginación que los hombres). Pero si les medio entendemos, y nos dicen esas cuatro cosas justas que tienen que ser verdad pero solo hacen falta que sean verdad en el momento de decirlas, en ese momento, chicos, como decía el padre Alfonso, el cura que casó a mis padres allá en el año 1970 (sé que es una ordinariez, pero doy fe que lo dijo un cura): nos tenéis literalmente “con las bragas en la mano”.

Buscad la película en la biblioteca o en la red. No os arrepentiréis. 

Post dedicado con mucho amor a mi amiga Vanessa, tan Jamie Lee ella, tan sexy charlatana.      

martes, 21 de mayo de 2013

Personas como yo


- Como dice Porcia: "El don de la clemencia no se impone" Acto IV, escena 1 de El Mercader de Venecia (...) - dijo Richard Abbott.

Yo me puse del lado de Shylock. el parlamento de Porcia sobre la "clemencia" era insulsa hipocresía cristiana (...). En tanto que Shylock da en el clavo: el odio hacia él le ha enseñado a odiar. ¡Y con toda la razón!. "Soy judío" dice Shylock, acto III, escena 1. "Un judío, ¿no tiene ojos? Un judío, ¿no tiene manos, órganos, miembros, sentidos, deseos, emociones?" ¡Me encanta ese parlamento! (...)

-¿Qué dice Shylock?- Pregunté a Richard Abbott. (Yo sabía muy bien qué decía Shylock, y Richard había entendido hacía tiempo hasta qué punto me identificaba yo con eso.)

- "Si nos pincháis, ¿no sangramos?", pregunta Shylock. "Si nos hacéis cosquillas, ¿no reímos?. Si nos envenenáis, ¿no morimos?"

- De acuerdo, Bill, ya lo sé, ya lo sé. Eres uno de esos que reclaman su "libra de carne"- dijo Richard. 

-"Y si nos ofendéis" -proseguí con las palabras textuales de Shylock-, "¿no vamos a vengarnos? Si en lo demás somos como vosotros, también lo seremos en eso"- 

"Personas como yo" John Irving p (344)

La frase recurrente de mi adorado John sale justo en la página 343 "Eres intolerante con la intolerancia, ¿o no, Bill?".  Tan identificada estaba yo en el pasado con esa frase que se repite libro tras libro desde el Garp de "El mundo según Garp" que hasta estaba orgullosa de ella y la hacía un poco mía: "Hola soy Ana Cruz, mucho gusto. Intolerante-con-la-intolerancia, me llaman". Sé que no es nada de lo que estar orgulloso. Es bien estúpido ser un pavo real de una cosa como la intolerancia. Al final te conviertes en el carnicero que no quieres y cargas tus ascos y tus miedos contra los gatos en vez de contra las ratas (nazis versus judíos). Te conviertes en uno de ellos al reclamar tu libra de carne.

Siempre amiga de las minorías, de los grandes grupos mundiales me clasifico en al menos dos. Soy mujer (versus hombre) y soy del sur (versus norte). De los otros grupos me incluyo no en la mayoría, pero si en la reinante en este planeta.  Soy heterosexual, soy blanca y soy europea. Estos grupos no los he elegido. Me gusten o no, yo soy así. Si pudiera elegir probablemente sería homosexual y seguramente sería bisexual y decididamente no sería Europea. Pero, ya he dicho, no se puede elegir. Si no se puede elegir ¿porque miramos con odio y resquemor a los que están en otro grupo sin elección? ¿Y si fuese por elección? ¿Porqué la suya, Real Madrid-Barça, es más deleznable que la nuestra?  

Con el tiempo y una caña (la edad, ¡ay! ese si es un divino tesoro y no la hormonal juventud) he aprendido que la intolerancia no se puede pasar por alto, pero que no se frena siendo intolerante. Me enervan hasta la ebullición de mi sangre blancucha europea grupos políticos de representación ciudadana como el de Josep Anglada de Plataforma per Catalunya con frases públicas como "Nos va a tocar a los valientes expulsar a los musulmanes de nuestro país. [...] Un moro por el simple hecho de hablar en nuestra lengua podría convertirse en catalán [...] Y yo digo que nada de eso, ¡que un musulmán siempre será un musulmán! [...] Aquí ya no cabe ni un solo inmigrante más, hay que expulsar de una vez por todas a todos los inmigrantes ilegales.". La respuesta a este señor no es mi sangre bulle que te bulle. Es no votarle. Es entrevistarle con inteligencia. Es desarmarle. 

Para desarmarle (como hizo Michael Moore con Charlton Heston en Bowling for Columbine), para entrevistarle con inteligencia (como hace Jordi Évole en su programa semanal "Salvados") y para no votarle, lo mejor que podemos hacer es leer. Leer. Beber de la historia.  Tener memoria. Contarnos unos a otros lo que pasó. Explicarlo con palabras tiernas a los niños. Con dibujos de ratas, con números de economistas, con diarios de la época, con películas y documentales. Saber que de aquellas lluvias, aquellos lodos y que si a Alemania no la hubieran machacado tanto económicamente tras la primera guerra mundial, a lo mejor Hitler no habría tenido necesidad de querer cobrarse su "libra de carne". Bien se la cobró. Para acabar sepultado bajo un montón de escombros atrapado en un bunker como una rata.    

Pensemos antes de odiar. Amemos sin pensar. Sintamos que todos somos iguales, por que lo somos. Si nos pinchan, sangramos y si nos hacen cosquillas, reímos, como dijo William Shakespeare hace más de 400 años. Todos. De las mayores proezas y de las peores bajezas. ¿Quien quieres ser?

Imagen del libro-comic "Maus" de Art Spiegelman sacada de la web http://www.casadellibro.com/libro-maus/9788439720713/1139973

lunes, 20 de mayo de 2013

El imperio de los sentidos


Cuando empecé allá por septiembre a escribir físicamente este blog (mentalmente llevaba unos buenos veinte años haciéndolo)  las especias que le daban sentido a mi vida iba a ser el hilo conductor del mismo. La mujer propone y el cosmos dispone, que bien dice el refrán. Yo tenía una idea de como iba a ser y que me dirías tú y que te contestaría yo y entonces me entregarías el Premio Planeta y yo diría entre lágrimas que estaba muy agradecida a mis padres por haberme enseñado lo que era el placer de la lectura y a Maruja Torres por enseñarme el de la escritura y que era totalmente inmerecedora de tal premio. Lo soy. Es con lo único que he acertado mirando en la bola de cristal. No he escrito ningún libro y no me he presentado al concurso. Si no compras, ¿como te va a tocar la lotería?. La lotería te toca cuando crees que te va a tocar. A veces si, a veces no, pero si no crees en ella no te toca fijo.

He ido desgranando diferentes especias.  Desde las iniciales e inocentes plantas sin ninguna connotación más allá de las horticulturales y mi amor por ellas, pasando por los libros (más implicación emocional e ideológica que las plantas), la música, los hombres, el sexo (implicación muy personal que me llevó a borrar un post muy controvertido para mi, aunque no para los lectores que se lo pasaron literalmente teta), los niños, el amor, la religión, la política, el cine, el trabajo, mi Madrid, la amistad y la familia.

Hoy quiero hablar de como consigo llegar a todas esas especias. O como llegan ellas a mi a través de mis sentidos. Desde que he asumido que vivimos en Matrix y está todo organizado para que no tenga que luchar contra viento y marea, vivo mejor. Namasté hermana que dice Marian riéndose de mi la muy cabrona. ¿Os lo habéis creído? Mi otro yo aún pelea con mi más antiguo yo. No le voy a dejar ganar. Me ha costado Dios y ayuda llegar a este Matrix como para que  me deje volver a ser el Nemo engañado.

Oler es el sentido más básico. La primera vez que fui consciente de su poder la tengo grabada a fuego en la memoria. No recuerdo la edad pero recuerdo el baño verde de Caleruega, la temperatura elevada de la calefacción de Madrid en contraste con el frío helador exterior y mis pies descalzos sobre las losas del suelo. De puntillas, como siempre ando, me aupé hasta el tercer estante de cristal, donde estaban los botes que no se usan, para coger el bote del Aftersun. Lo cogí y lo olí. Estábamos en diciembre. Electricamente me transporté a junio, el mes en el que mi madre nos untaba de Aftersun cuando nos poníamos rojos cangrejeros. Sentí la menta sobre la piel, la calma después de la tortura, sentí el alivio pero lo mejor, lo mejor de todo, es que sentí  la felicidad. Sentí el verano.  Nunca ha sido igual de eléctrico, pero a veces, he usado (una o dos veces al año) un bote de Aftersun en invierno para que se me llenen las células de vida y la sangre se acelere y el oxigeno me llegue a borbotones al cerebro y me inunde de dicha el corazón. Hay dos colonias que me hacen un poco el juego loco. Las dos son de unos amores de juventud. Hoy en día las llevan cerca de mi dos hombres muy diferentes y no me pasa siempre que les veo y les doy dos besos pero una de cada diez, de repente, ay!, el cerebro se vuelve tonto y me teletransporta a la felicidad de volver a tener 19 años.

El oído es el segundo sentido brutal. Ayer noche escuché "No tocarte" de Radio Futura en versión original. No la versión remasterizada ni esas cosas, sino la versión sonido de cassete con la voz de un Santiago Auserón macho, joven y cargado de testosterona, que no oía desde hace unos buenos 20 años. Oía de oír  no de que suene de fondo. De ponértela en los cascos y oírla para sentirla. Me vi. Me sentí. Cuando bailaba para él. Le vi a él y me sentí como me sentía mientras le gritaba "no tocarteeeeee, y pasar todo el día junto a ti".

El gusto se me confunde con el olfato y para degustar tengo que cerrar los ojos. Los ojos dan demasiado información y demasiada información embotan los sentidos y te alejan de lo real.  Antes de saborear lo has olido y te ha transportado a los olivos de Jaén o a la cocina de casa de mis padres, o a la sopa eterna y deseada de mi abuela Felisa cuando llegábamos en coche, palizón mediante, desde Madrid. 

Los besos saben a uvas con queso y huelen a deseo, a amor y a ternura. Los besos si saben y huelen que sea para llevarme a ese lugar. Si no, no me beses. Los besos de holaquetalplasplas te los puedes meter por donde te quepan ¿En el culo te caben? Pues allí te los metes.

El tacto lo tenemos muy poco trabajado y de tanto usar las manos no para tocar sino para rozar, se nos han gastado las puntas de los dedos.  La vista la tenemos igual de saturada o más, por eso hay que combinarla con el silencio para que un libro te lleve de la mano a lejanos rincones donde no estuviste pero tu pensabas que si o con diálogos de película que te hagan recordar que ese amor fue tremendo y que te sentías como Alabama en True Romance cuando Clarence y ella se miran en la cafetería.

Trabajarlos, pequeños, trabajar los sentidos. Os regalarán más de un imperio.


martes, 14 de mayo de 2013

"El amor en los tiempos del cólera" Gabriel García Márquez


"Le bastó con un interrogatorio insidioso, primero a él y después a la madre, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos del cólera." (p. 73)

Corría el verano del 93 y mientras él corría, yo dormitaba y vagueaba en la piscina de mi Mari de mi alma. Mis apuntes de Cálculo III y Física II en mi maleta, los suyos de primero de Economía en su dormitorio. Un libro recomendado por Pepito Gutierrez gran amigo de mi padre me había acompañado hasta la árida sierra madrileña. Era "El amor en los tiempos del cólera". Tardé unos días en abrirlo. La recomendación de un señor que te lleva 25 años cuando tú estás en los insolentes 20, no es de las recomendaciones a las que te tiras a corazón abierto.

Llegó el día soporífero. La siesta soñada para unos. La película esperada para otros. Y quedé sin nada ni nadie a mi vera en la casa. Recuerdo el calor. Recuerdo que él no llamaba. Recuerdo que me había escapado a Moral para que él no me localizara. Estando en cura de salud emocional, me entregué al García Marquez conocido pero aún por descubrir enteramente. "Si no has leído el amor en los tiempos del cólera no sabes porque que te gusta García Márquez" Me había dicho días antes Pepito Gutierrez.

El primer párrafo me arrancó la sonrisa. Los olores que marcaban el libro y el estilo del escritor me dieron en la nariz nada más empezar. Muerte, amor contrariado y amistad. Inteligencia en el  ajedrez. Antillano guerrero transformado en artista. Salvarse del amor con oro. Aunque fuera de cianuro.

"Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro."    

Devoré el libro en apenas días. Lo dejaba con desgana para ir a comer y le quitaba horas al sueño (que no a  las nocturnas con mi Mari) para levantarme bien temprano y conseguir seguir en la agonía de Florentino Ariza tras Fermina Daza.  Florentino le jura a Fermina amor eterno y ese juramento se convierte en el amor tormentoso de su vida entera. Fermina se deja querer con curiosidad pero Florentino no es el tipo de hombre que a ella le conviene. La niña se casa con el doctor Urbino y Florentino Ariza debe esperar más de cincuenta años para cumplir su promesa. Con la sensación de que la vida se le va escurriendo entre los dedos sin su amor, Florentino, se dedica en cuerpo y alma a ser el hombre y el amante apropiado para su diosa coronada. Fermina fantasea con un amor que no conoce, al que no probó y con el que no puede comparar su realidad de esposa del doctor. Lo anhela en sueños. Se le desesperan las entrañas. Y así van pasando los años y las hojas del libro, esperando y temiendo, unos y otros, el final.

Yo lo temía. No quería que llegara. No quería que acabara. Se me acababa la vida a mis veinte recién estrenados. Con mi sabiduría de amor de andar por casa. Con mis novedosos impulsos poco probados. Con mi corazón en la mano y mi alma salida del armario. Mataría por un amor así. De puro y de duro. De que tan parecido al cólera te matara y te murieras por él. El libro se acabó y el final me mató. Esperaba aún más. No se el qué pero más. Siempre espero más.

Supuse, aquel verano, que tendría toda la vida por delante para que el fuego me arrasara y conseguir arrasar a alguien solo con mi mirada. Con los años me di cuenta que el fuego que a Florentino no carbonizaba, incombustible en su amor, a mi, me quemaba y dañaba. Y que los libros, libros son, y la vida es mejor que la ficción. ¿O no? ¿O si? ¿Cual de las dos vidas fue la mejor? ¿La de Florentino esperando a Fermina entre amores de colores? ¿La de ella en casa de su doctor, anhelando lo que no sabía que tenía?

"-contéstale que sí- le dijo-, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no." (p. 83)

Buena y maravillosa lectura a los que tenéis el placer de evadiros con los libros. Feliz martes azul. 

jueves, 9 de mayo de 2013

Creer y sentir


Creo que lo que creía no es lo que sentía. Al cumplir años se te agolpan los recuerdos y las emociones, pasadas y soñadas, se entremezclan con las futuras deseadas y las imaginadas. ¿Que pasó realmente? ¿Que te creías que pasaba? ¿Que imágenes implantaste en tu cabeza de las que viste? ¿Cuales te imaginaste  ¿Cuales te contaron? ¿Que venía innato en ti? ¿Que mamaste?

Ayer hablaba con Mercedes de la religión del año que viene. Hay que decidir si queremos que los niños den clase de religión en el cole o de ética. Siendo ella negra cubana espiritual con 152 dioses en su conocimiento pero uno en su corazón, me chocó que su preocupación fuera "el temario". Antes de decirle si yo quería que mi hijo hiciera o no religión en el colegio le contesté que mi preocupación no era esa, sino quien. Quien le explicaría qué a mi hijo. Desde que nació se lo he explicado yo. Como su padre y yo tenemos diferentes creencias pero las suyas no son muy talibanas, me ha dejado hacer. Básicamente historia de la religión católica y judía que es la que me sé. Moisés y su huida de Egipto, Herodes y su matanza de niños, los romanos cargándose en la cruz "al Jesús de navidad"... Ahora que lo relato me doy cuenta de lo sangrienta que es la historia religiosa, al menos la que le gusta a mi hijo. El arca de Noé también le gusta pero menos. Curioso.

El amor, la energía, el poder de la naturaleza, el sentir de las piedras y del mar, el calor de los animales, la no crueldad, la compasión y el hacer el bien, la buena fe, el perdonar y tantas otras cosas atribuidas a la religión católica se las he intentado enseñar con hechos y sin palabras. Aquí, en España, está muy denostada la palabra Dios. Es más, se usa como insulto cuando te pillas un dedo con un martillo, cuando te cae el aguacero de primavera sin paraguas a mano, o cuando te pegan un polvazo que te vuelve loca y no sabes si atribuirlo a uno o a otro (a Dios o a tu pareja, quiero decir). Bromas a parte, de Dios en general no está muy bien visto hablar. Si crees en él y comulgas con la iglesia católica eres un facha recalcitrante. Si eres de izquierdas progre, eres atea. Punto pelota.

A los 16 años de cara a un verano tontucio mi amiga Cristina Cristobal (¡qué nombre tan bien traído para este post!, ni a huevo... curioso....) me invitó a realizar el Camino de Santiago (concretamente 209km saliendo de Ponferrada, León) con unos compañeros de la catequesis de su confirmación. Ni muerta. Mi primera reacción. Prefería quedarme en Madrid pasando calor que caminando con unos chalados beatos del Opus. Viene Álvaro. Me dijo Cristina. Ah, pensé. Álvaro es todo menos beato y del Opus. Probemos a conocerlos pues. Me fui para el parque donde quedaban por las tardes de brazos cruzados y cara de a mi no me vais a convencer pero quiero ver que tal pega Cristina y Álvaro con vosotros, panda de sosazos.

Fue uno de los mejores veranos de mi adolescencia. Me perdí en no se cuantas etapas por no seguir las directrices de Antonio y Juan Carlos, los monitores de 24 años que cargaron con las hormonas disparedas de 11 chicos y 2 chicas de 16 años (¡Que valor!). 17 días andando con la mochila a cuestas y hablando gallego con las señoras del país, las vacas, las hierbas, las montañas y los peregrinos holandeses que se nos cruzaron, los ríos  el polvo del camino y los compañeros. Fue antes que Juan Pablo II viniera a España a ponerlo de moda y Aznar ni siquiera existía. En aquella época "el camino" (así lo nombraban, curioso.....) era todavía de los pueblos que atravesaba y de los caminantes que lo poblaban.

Cuando por la noche mis compañeros de viaje hablaban a la luz de la hoguera de Dios, yo, hacia mutis por el foro y me retiraba a pasar frío y miedo, a imaginar meigas y a visionar caballeros con espada. Ya les advertí cual San Pablo recaudador que a mi no me convertirían  Ellos sonreían y me dejaban estar. Pasados los días entablé amistad y cual atea declarada se me puso en la cabeza hacer dudar a Juan Carlos de la fe con mis argumentos científicos desde la manzana y la costilla de Adán, hasta la resurrección y el pan con vino. Al acabar el viaje Juan Carlos estaba harto de mi pero me adoraba (esas cosas se ven) y me dijo la frase "Nunca en mi vida he visto a alguien con una fe tan personal como la tuya" Anda la ostia (con perdón) pero ¿la fe no es personal?. Pues no. Y eso fue lo que me separó de la iglesia católica. Los dogmas de fe, las culpas para todos repartidas, el Papa siendo infalible y hablando ex cathedra (que hace la torta de un pan que ninguno habla por boca de Dios, así que no deberíamos hacerle mucho caso), los oropeles, la poca humildad, los látigos, la inquisición, deja, deja, yo no quiero ser católica. Vale, pues no creo.

Pero siento. Y al ser mayor y hacerme más vieja, pelleja y sabia (algo tiene que tener cumplir experiencias) me doy cuenta que lo que me decía Juan Carlos era un piropo enorme. Yo creía. Hablaba con mi Dios de bolsillo y a Ana le valía. Me consolaba, me asesoraba, me inspiraba, me hacia reír (era un cachondo mi Dios), me envalentonaba, me frenaba, y me hacía ver lo maravilloso del mundo y de mi alrededor. Lo rechacé. Me rechacé. 

Y a vueltas de esas volví a tener la cara que tengo en esta foto de cuando tenía 3 o 4 años. Muchas de las cosas que salen en esa foto (menos el mar que no sale y es mi pilar fundamental, siendo de secano.... curioso....) son mis armas de destrucción masiva contra el odio y la debilidad. Hay ángeles, hay paz, hay música, hay un olivo, hay plantas. Hay calcetines rojos pasión. Hay vestido blanco de poca maldad.

Hoy vuelvo al olivo. Llámalo exis, llámalo energía, como dice Sabina. Es mía y creo que en el cole a Luc se lo van a enseñar muy mal. Mientras, cuando vamos a los pueblos del Pirineo o de Francia, veo una iglesia, miro a su padre con ojos de cordero degollao y el niño tira de mi para que entremos.  Mirando cuadros, estatuas y rosetones con mandalas, le voy contando lo del martirio de San Esteban o como San Cristobal cruzó al niño sobre su hombros, y yo ¿como me acuerdo de estas cosas? Que susto de cabeza que tengo.... curioso....

Que el eterno sol os ilumine, y el amor os rodee y la pura luz interior, guíe vuestro camino.

jueves, 2 de mayo de 2013

Dos de mayo


Hoy dos de mayo me vienen a la cabeza tantas emociones que son difíciles de manejar, a cual doy cancha, cual atajo, cual hago esperar, cual dejo que expanda. Empiezo con la floja. Hoy es el día de mi Comunidad Autónoma, Madrid, de la que me vio nacer en la calle O´Donnell. Cero connotaciones independentistas en el ambiente.  Es cierto que los madrileños nos alzamos contra los franceses, alzamiento que Goya retrató tan bien en "Los Fusilamientos del 2 de mayo", pero pocos madrileños salen a la calle con la banderita esa que nos han puesto emulando a la del general Patton (banderita con cero historia). 

Coincidiendo en tiempo con el 1 de mayo, día del trabajador, el dos de mayo, en Madrid, es el puente de mayo. Tal cual. A veces San Isidro también hace puente y mayo se convierte en Madrid en un mes tontucio y proclive al fiesteo. Otra cosa no, pero somos fiesteros. Somos cañeros y taperos, y bailongos y risueños. Cuando nos pasamos de rosca con todo, también somos chulapones, pero eso encierra en nosotros mucho encanto si nos sabes torear con gracia.

Ando tocada por la fiebre del dos de mayo por más motivos. Aterricé hace pocos días de mi Madrid querido donde fui a sorprender a mi huevo frito. Mi hermano Eduardo cumple hoy 40 años y como es puente anda de viaje por España, así que le sorprendimos yo y sus mil amigos en el jardín de su casa. Hacía mucho tiempo que no iba en exclusiva a fiestear. He bajado últimamente en varias ocasiones a trabajar y aunque hago muchos planes imaginarios, facebukeros y guasearios, a veces, la semana de congresos me come las horas y el cuerpo y o se desplazan a por mi al aeropuerto para tomar unos vinos en Barajas (como hizo la infatigable Mónica Barrios) o me vuelvo a Barcelona diciendo, otra vez será. Este finde pasado cumplí con mis objetivos principales y tuve que sacrificar tres colaterales. Desde aquí prometo a los tres (ellos saben quienes son) que en junio vuelvo y cumplo. 

Objetivo principal número uno: Reírme con Mari con dos botellas de vino en su cocina. Rafita se portó y se fue a estudiar solo incordiando lo justo y necesario. Rodrigo se portó aun mejor (ni incordió ni rechistó) y se llevó a Luc al salón a compartir juegos y colchón hinchable. Nos dieron las mil y monas de la mañana repasandonos la vida, queriéndonos mucho y riendo aún más. La foto del viernes no la puedo poner que Mari tiene una reputación que salvaguardar.

Objetivo principal número dos: Sorprender a Eduardito Huevo frito y de paso dejarme besar por mis primas y único primo varón que queda en Madrid. Los amigos de mi hermano están aleccionados desde hace más de treinta años de besarme si, pero muy de lejos. "No eres tú Ana" me dice mi hermano aún hoy "son ellos, que no me fío". Todos nos reímos y aún hoy, no se de quien se fía menos, si de ellos o de mi. Después de besar, abrazar y comer, bailamos hasta que los vecinos dijeron basta y el i-phone de Cris Cros echó humo.

Objetivo principal número tres: Comer con mi padre el domingo, y tomar café y meternos los unos con los otros, y dejar que me regañe por todo y por nada, y que me sonría como solo él me sabe sonreír  y que cocine en exclusiva para mi (ahora más en exclusiva que nunca), y que los niños le pongan la casa perdida de jugueticos, y que Edu y los Cruz Llosa al completo nos lleven al aeropuerto, Ay que no llegamos!!.

El dos de mayo del 2007 me puse de parto. Mi primera sonrisa tras pasar el 21 de abril y ver que no sería Aries es que me tocaría un Tauro (dime frick). Al traspasar la fecha de caducidad y ver que no salía empecé a pensar que ya que tenía un niño catalán, al menos que fuera del día de mi comunidad y puestos a pedir que los astros hicieran que me saliera tan rumboso como mi hermano Edu. El nene se arremolinó con su cordón umbilical y yo me tiré todo el dos de mayo para ver si ponía el huevo. Finalmente, mañana, tres de mayo, mi Luc cumplirá 6.